La Habana, 10 ene (Prensa Latina) En los anuarios internacionales ya consta que América Latina y el Caribe fue en 2020 la región del mundo más golpeada por los efectos económicos de la crisis sanitaria que se extiende a todo el orbe, pero al comenzar 2021 se observa en los pronósticos un alto grado de preocupación sobre cuál será el desenvolvimiento en estos 12 meses que ya transcurren, en medio de dificultades e incertidumbre.
Con una ligera diferencia, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) contabilizaron entre ocho y nueve por ciento, respectivamente, la caída del producto interno bruto (PIB) en el pasado año, lo que representó el mayor descenso en el último siglo.
Las cifras son abrumadoras: en solo un calendario (2019) más de 45 millones de latinoamericanos sufrieron una merma tan significativa en sus ingresos que su nivel económico cayó por debajo de la línea de pobreza, lo que elevó el monto de menesterosos a más de la tercera parte de la población de toda esa zona.
Sin embargo, no son pocos los analistas que puntualizan que la envergadura de los problemas surgidos no solo debe atribuirse a los efectos de la pandemia del SARS-CoV-2, sino que su magnitud se ha visto reforzada dada la vulnerabilidad del sistema económico y social imperante que, regido por el dogmaneoliberal, ha convertido a esa área en la de mayor desigualdad en el mundo.
En un mensaje enviado al seminario virtual de alto nivel, celebrado en noviembre pasado con los auspicios de la Pontificia Comisión para América Latina, el Consejo Episcopal Latinoamericanoy la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, el papa Francisco sostuvo que «la profundidad de la crisis reclama una clase dirigente a la altura necesaria para buscar soluciones viables».
Desde la sede del organismoen Santiago de Chile la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, transmitió un mensaje -como personalidad invitada al seminario- en el que reflexionó del siguientemodo: «La Covid-19 ha evidenciado y magnificado los problemas estructurales del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe:desigualdades entrecruzadas, crecimiento mediocre, baja productividad, insuficiente diversificación de exportaciones, muy poco espacio fiscal y alto deterioro ambiental».
«En la CEPAL -prosiguió- estamos convencidos de que si se constituyen las coaliciones y se alcanzan los pactos necesarios, recuperando la política con liderazgos transformadores que sepan escuchar y examinar errores y modificar conductas, se podrá lograr un cambio en el estilo de desarrollo que la actual coyuntura nos exige».
La alta funcionaria de la ONU indicó que la agencia que dirige ha presentado a los Estados miembros y a los organismos financieros internacionales siete propuestas concretas para conectar la presente contingencia con la recuperación, advirtiendo que este último proceso va a ser más lento que en los años posteriores a la crisis de 2008.
Las proposiciones son las siguientes:
«1) Extender el ingreso básico de emergencia por 12 meses a toda la población en pobreza;
«2) Ampliación de plazos y períodos de gracia en los créditos a micro, pequeñas y medianas empresas, y proteger la relación laboral de los trabajadores;
«3) Una canasta básica digital para garantizar la inclusión digital de 40 millones de hogares que no están conectados;
«4) Políticas fiscales y monetarias expansivas que sostengan un período más largo de gasto con instrumentos no convencionales nacionales e internacionales;
«5) Solidaridad internacional para aliviar la deuda en el Caribe y el pago de intereses en Centroamérica, y crear fondos subregionales de resiliencia;
«6) Planes de recuperación e inversión en torno a sectores dinamizadores con creación de empleo, sustentados en acción climática y sostenibilidad ambiental; y
«7) la construcción de pactos políticos para acordar de una vez por todas el cierre de brechas y alcanzar regímenes universales de salud y protección social».
Riqueza sin capital inversionista
Los estudiosos de América Latina y el Caribe concuerdan en que esa área posee vastos recursos naturales. Basta con mencionar que atesora la tercera parte del agua dulce disponible en el planeta y el 35 por ciento de todas las tierras sin cultivar.
No obstante, las inversiones de capital, principalmente de procedencia extranjera, se han concentrado en la explotación de los minerales, metales preciosos y algunos productos básicos de amplia demanda internacional, como el café y el azúcar.
«Nuestra región necesita capital de inversión para explotar sus riquezas naturales de manera sustentable para generar empleos que reduzcan la pobreza, para adaptarse al siglo XXI y alcanzar lentamente la línea de las economías más desarrolladas», expuso el tratadista y actual embajador de Argentina en Estados Unidos, Jorge Argüello, en un artículo publicado, en junio de 2017, por la revista Nueva Sociedad.
En ese mismo texto señalaba que «América Latina necesita coordinar con prioridad en el G20 (1) los intereses que se juegan en el sistema internacional de comercio, y conseguir atención privilegiada para la agricultura y su significación global, tanto en términos de seguridad alimentaria como de la vigencia de las reglas multilaterales».
A juicio de los técnicos, la respuesta de las instituciones financieras multilaterales ha sido deficiente e incapaz de abordar las especificidades de financiamiento de los países de esa zona.
La evasión tributaria, uno de los males que aqueja a la economía de América Latina y el Caribe, obtuvo el año precedente un volumen superior al seis por ciento del PIB regional, mientras que el monto de la deuda externa rebasó el 55 por ciento de dicho indicador, y el servicio de tal obligación absorbió más de la mitad del valor total de las exportaciones de bienes y prestaciones en el mismo período.
En tanto, dentro de la línea estratégica para hacerle frente a los incontables déficits que acumula el balance regional de 2020, la CEPAL estima que la crisis actual debe asumirse como la oportunidad, tantas veces postergada, de lograr un amplio consenso social y político que permita implementar reformas esenciales a través de la cooperación multilateral.
Tales transformaciones, ha advertido Bárcena, viabilizarán el camino hacia «un crecimiento sostenible e igualitario que se haga cargo de las necesidades heterogéneas de los países de todos los niveles de ingresos».
El criterio más generalizado entre los economistas es que durante los meses transcurridos bajo la Covid-19 se han agravado los problemas que dificultan el avance en los diferentes mecanismos de integración, como lo demuestra el descenso del 11 por ciento en el comercio regional consignado en el 2020.
A fines del año pasado la CEPAL pidió, oficialmente, la cooperación del FMI y del G20 para que América latina y el Caribe puedan seguir aplicando políticas fiscales y monetarias expansivas que contribuyan a contrarrestar las pérdidas derivadas de la pandemia.
Entre las medidas propuestas por la comisión económica de las Naciones Unidas se incluye el pedido de prolongar a todo este año la iniciativa que aprobó meses atrás el G20, que consiste en la suspensión del pago de los servicios de la deuda a los países de bajos ingresos, y que en ese caso abarque también a los de renta media.
En tiempos en los que la solidaridad es tan importante, el llamado de la región que más ha golpeado la crisis representa un serio compromiso para los organismos y países que encabezan las finanzas internacionales.